viernes, 7 de enero de 2011

Mucha tecnología

Tarde de viernes en Colima (México), es la primer semana de enero de 2011. Salgo de casa para ir a la escuela, abro la puerta de mi coche, dejo en el asiento trasero mi mochila para laptop, donde cargo una portatil cuyo precio de venta asciende a más de 25mil pesos mexicanos (unos 2,000 dolares americanos al tipo de cambio actual). Además, cargo una grabadora de audio que he usado dos veces en dos años, diversos accesorios como audífonos, cargadores, un disco duro externo, una libreta, y la que no puedo vivir sin ella: mi nueva y apreciada agenda. Siento agruras, creo que la comida estaba muy condimentada.

Me saco del bolsillo mis dos teléfonos celulares. Primero, mi flamante BlackBerry Storm2, apenas ayer lo adquirí con un plan de datos, asi que tengo mi facebook, Messenger de Windows Live, twitter, cuentas de correo, etc. Ahora estaré conectado literalmente las 24 horas, ¿Eso es bueno? Cómo saberlo, y ultimadamente a quién le importa. Aún no se como sacarle todo el provecho al aparato, pero de cualquier forma se ve padrísimo el gadget en mis manos. El otro teléfono, un simple y vulgar Nokia 6555 que me pagan en la oficina para que esté disponible en todo momento. Lo veo con cierto desprecio, haré las gestiones necesarias para que me lo cambien, tengo ganas de uno con android.

Enciendo el auto, e inmediatamente busco en la guantera mi otra nueva adquisición: un autoestereo con reproductor de CD, mp3, WMA, ACC, y un largo etcétera. Lo genial es su entrada de USB y de auxiliar, por lo que sólo le conecto una de las tres memorias que cargo en el carro, y empieza a tocar. Otra vez las agruras.

Empiezo a reflexionar sobre toda la tecnología que llevo conmigo a todos lados. Hace 10 años no tenía nada de lo que acabo de mencionar, ni siquiera auto o teléfono celular, sin embargo, hoy en día siento que no podría vivir sin ellos.

Echo un vistazo mental a mi sala: coronada por una gran pantalla de plasma de 50 pulgadas, debajo de ella hay un minicomponente, un Nintendo Wii, y mi querido PlayStation 3. En los cajones del mueble están los controles y juegos de mis consolas. "Sólo me hace falta el hometheater", pienso... pero ¿De verdad me hace falta?

México es un país muy especial: uno de cada dos, vive en la pobreza, lo cual significa que sus ingresos no le alcanzan para cubrir sus necesidades alimentarias, de salud, vestido, educación y entretenimiento. Pero nueve de cada diez hogares tiene televisión, y cerca del 60 por ciento de los mexicanos contamos con celular, aún cuando las tarifas son las más caras y los servicios de menor calidad, entre los países que conforman la OCDE. ¡Guac!, casi vomito, tengo reflujo, no aguanto las agruras.

No puedo dejar de pensar en lo dependiente que nos hemos vuelto de estos artilugios tecnológicos, y en nuestro afán por poseer lo último en tecnología, aunque la mayoría de nosotros no entienda, o no sepa muy bien como sacarle provecho. De cualquier manera no pienso dejar mis gadgets, ¡Eso jamás!.

Mis pensamientos se detienen, acabo de recordar algo muy importante: en estos días es el CES en Las Vegas. Este año tendrá algo muy especial: las mejores compañías tecnológicas presentarán sus tablets, tendré que ver cual es la mejor opción, porque me muero por comprarme la mía.